EL TRADUCTOR FREELANCE
- valeriaiacuccio
- 19 sept 2016
- 3 Min. de lectura

Desde el comienzo de mi vida profesional supe que quería ser traductora freelance. ¡Vaya desafío! Debo confesar que me ha llevado años lograrlo; años de esfuerzo, de curiosidad, investigación y, sobre todo, perseverancia.
Considero que cuando un alumno de la carrera de traducción obtiene su título, al menos en mi país, no tiene idea de cómo insertarse en el mercado y, en mi opinión, esto se debe a dos motivos principales: el primero, porque las universidades en general no se explayan demasiado sobre el mercado actual de la traducción y sobre cómo formar parte de él y; el segundo, porque nuestra profesión no es una de las más conocidas por la población en general, no se habla demasiado del traductor, aunque esto es un capítulo aparte.
Dada esta falta de conocimiento presente, creo yo, en más del 80% de los traductores que recién se reciben, es fundamental que estos profesionales “sean curiosos”, un adjetivo que considero tiene que ver mucho con esta profesión. La curiosidad es el impulso que genera la inserción laboral del traductor freelance, por supuesto, a esto se suman otras características que hacen que se llegue a tener una cierta continuidad en el desempeño laboral. Investigar sobre la profesión, hablar con otros colegas (y también y, en particular, de otros países), conectarse con profesionales que tengan experiencia dentro del mercado nacional e internacional es básico para nutrirse de sus conocimientos y hacer una selección de lo que es más o menos apropiado o aconsejable y, sobre todo, para saber cómo se maneja el “ámbito laboral” en el cual queremos insertarnos.
Gracias a esto, un profesional que recién se inicia puede, entre otras cosas: obtener información acerca de las tarifas que debería cobrar; entender que no debe solicitar un empleo sino ofrecer sus servicios; conocer quiénes podrían ser sus mejores clientes e incluso aprender cómo confeccionar un currículum que no esté abarrotado de información y que, en su lugar, sea conciso, directo y claro.
Una vez realizada la investigación y ya con la información necesaria (vale aclarar que no es cuestión de días o meses sino de años), el traductor, poco a poco, puede comenzar a armar su cartera de clientes y, aquí es donde aparecen otros elementos claves tales como la perseverancia, la calidad y la puntualidad, que acompañarán la carrera del traductor freelance exitoso de por vida. Es necesario perseverar en cualquier empleo o actividad, en los sueños, en la vida, y el traductor freelance no es la excepción. Debe continuar ofreciendo sus servicios, previa selección de clientes potenciales “buenos” (buenos = responsables, que paguen bien, que cuiden a sus proveedores, etc.) siempre que esto sea posible. Así, obtendrá una cartera de clientes en constante aumento y; la calidad, la puntualidad (y aquí agregaría la prontitud) serán los pilares que sostendrán la continuidad laboral del traductor freelance. Algo muy cuestionado y, personalmente, creo que aunque sí es difícil, no es imposible.
Cabe destacar también la importancia que tiene el perfeccionamiento, y aquí incluyo las especialidades y las herramientas TAO, imprescindibles para el traductor freelance. A medida que transcurren los años de la vida profesional del traductor, éste adquiere experiencia y, por ende, podrá elegir cuáles serán sus campos de especialidad y junto con el conocimiento del uso de la mayor cantidad de herramientas TAO que sea posible, incrementará su cartera sin lugar a dudas.
Asimismo, es muy importante que el traductor freelance sea organizado y responsable, incluso más que en cualquier otro empleo, dado que aquí no existen “jefes” que estén detrás y remarquen lo que se tiene que hacer o lo que no se debe hacer. El traductor freelance es dueño de su propio “negocio” y debe poder manejarlo perfectamente, lo que incluye las tareas administrativas y de facturación.
Como verán, ser traductor freelance es todo un desafío profesional y personal, es una forma de vida que se elige (aquellos que tenemos la suerte de poder hacerlo) e implica pensarnos como una “autoempresa” en la que cuidamos nuestro producto a través de la calidad, la puntualidad y el perfeccionamiento; negociamos nuestras tarifas para nuestro mejor interés y el de la reputación de la profesión y manejamos nuestros tiempos aunque también nos convertimos en nuestros propios jefes y administradores, para lo cual y, sin duda alguna, se requiere mucha CONDUCTA.
T. P. Valeria Iacuccio
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